Cácara
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Pintura:Vincent Van Gogh |
Vía
Belén de Umbría, Risaralda, vereda La bendecida baja. Tarde
del diecinueve de marzo.
Troncos
de guadua podrida dibujan un corral en el que no habita nada. Una pequeña
anciana de falda vino tinto y camisa amarilla, teje cerca del lugar. Ya no nota
el corral. Ya no ve las matas de plátano bailando. Ya no siente el sol que
aterriza sobre su piel, ni el aleteo de las mariposas negras con puntos
anaranjados que vuelan encima de su cabeza.
Suena
la grabadora. Una balada de Arjona, otra de Gloria Trevi. También le ha restado
importancia a los gritos de su hijo: ¡Cácaraaaaaaaaaa!
¡Cácaraaaaaaa!, grita así desde que nació: parado en el balcón cada que pasa
un carro, dos o tres veces al día. Los sigue con la garganta hasta que se
los traga la carretera —como despidiéndose con entusiasmo—.
El
resto del tiempo, emite sonidos que no forman palabra aparente. A sus cuarenta
y pico sigue esperando la muerte de la misma manera: en la casa que nació,
comiendo fríjoles con arroz o sancocho de gallina. El mayor cambio que trajo el
tiempo: varias arrugas y un par de gordos.
Comienza
a sonar La gata bajo la lluvia de Rocío Durcal. El sol se pone
en su punto más alto, la única salvación es el viento que pasa ocasionalmente
convirtiendo el sudor en sal. “Ya lo ves, la vida es así, tú te vas y yo me
quedo aquí…”. El tejido todavía no está terminado y a lo lejos viene otro
carro.
furia? justo lo que estoi sientiendo en este momento #buenapunte
ResponderEliminarAprender a manejar estos malo sentimientos nos hará felices. muy acertada Margarita
ResponderEliminarque acertada margarita !
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